Al salir de la estación de trenes de Lhasa, nos volvieron a pedir, al igual que en Lanzhou, la documentación y el permiso: primero policías de uniforme y luego uno de paisano que nos llevó al edificio policial a comprobar nuestros datos. Allí también estaban los monjes. Una vez hecho este último control, salimos
definitivamente de la estación. Y allí estaba el dueño de la agencia esperándonos para darnos la bienvenida y llevarnos al hotel. Nos comentó que nos había cambiado el hotel de Lhasa. Cuando llegamos, nos quedamos maravillados: era una casa antigua típica con una decoración preciosa. Las habitación también estaban muy bien diseñadas y eran grandes. Nos cambiamos y a rodar. No mucho ni muy rápido. Era día de adaptación a la altura. Y a buena temperatura.

Empezamos nuestro paseo por la zona más moderna y nos quedamos un poco chafados pero luego dimos enseguida de pleno con el centro histórico, donde había un gran ambiente. Muy bonito y auténtico. Desde el primer momento te llama la atención la luz del cielo, la arquitectura típica tibetana con sus casas blancas y marcos de ventanas cuadrados, la espiritualidad que se respira y por último …..la fuerte presencia policial: en cada esquina casi literalmente, existe un puesto o control policial. Es lo que hay. Cenamos en pleno en un lugar muy típico. Plato de noddles, 0,50€. Genial. Tras un buen paseo volvimos al hostel a conocer a la pareja que iba a hacer el tour. Un par de chicas inglesas que trabajaban en Guangzhou como profesoras de inglés, Anna y Heather. Tertulia y a descansar…felices

Tras casi 10 horas de descansar, empezamos nuestra visita guiada. Antes desayunamos fuerte en el hostel: Anna el típico y delicioso desayuno de huevos con tostadas y yo me atreví con el típico desayuno tibetano, el tsampa, harina de cebada tostada que se mezcla con el te de mantequilla. Nos montamos en la furgoneta y fuimos camino al palacio de verano, el Norbulingka, que se encuentra en las afueras de Lhasa. El palacio es muy agradable y cuenta con distintos edificios, construidos por los distintos Dalai Lama y espléndidos jardines que lo concierten en un remanso de paz y lugar idóneo para la meditación. Este palacio conecta por un largo paseo con el Potala Palace. Tras la agradable visita, nuestro guía nos llevó a comer a un local de gente autóctona. Comimos carne de Yak estofada con arroz. Muy bueno. Además se marcó un detalle invitándonos a los 4 ;-). Después de comer nos dirigimos a conocer el Jokhang, un Templo budista patrimonio de la Humanidad, enclavado en el centro histórico de Lhasa. El templo es una de las grandes atracciones turísticas de la ciudad. Alrededor del mismo, se puede observar una gran cantidad de gente caminando en el sentido de las agujas del reloj y orando. Además había bastantes fieles orando de una forma muy particular: echándose al suelo y arrastrándose…esta es una ciudad muy espiritual y se percibe en el ambiente.

Después de la interesante visita teníamos tiempo libre. Como a Anna le gusta mucho la fotografía, decidimos coger cámara y trípode y dirigirnos  a contemplar el magnífico Potala Palace, para hacer fotos del mismo con calma y sin las prisas de un tour organizado. La verdad es que lo disfrutamos muchísimo. Os recomendamos ir a un mirador que hay en alto en la esquina este de la plaza: las vistas son magníficas. Nos llamó la atención la presencia de 6 jóvenes en la plaza que en realidad son colaboradores de la policía y que están para controlar lo que hace la gente. A nosotros nos llamaron la atención por hacernos una foto con la bandera de nuestro logo pero bueno, todo ello de forma discreta. El control policial es realmente estrecho 🙁 Felices tras las fotos y algo agotados por la altitud, nos fuimos hacia el hostel.

Al día siguiente nos tocaba una de las visitas estrella del viaje: el impresionante Potala Palace. Ya habíamos estado la noche anterior pero sólo en los exteriores y nos apetecía volver. El edificio en sí es imponente. Subimos hasta arriba del mismo para visitar las estancias que están abiertas al público. Así pudimos ver las habitaciones que eran utilizadas por el Dalai Lama cuando vivía aquí, para sus audiencias, estudios, meditaciones, etc. También pudimos rememorar escenas de la conocida película de «Siete años en el Tíbet». Si te sitúas por un instante, el sitio impresiona. Además pudimos visitar tumbas de los anteriores Dalai Lama. Tras la visita, acabamos realmente cansados. A estas alturas subir escalones, desgasta mucho. Tocaba reponer fuerzas :-). Dhondup, el dueño de la agencia, nos invitó a comer a un pequeño restaurante comida típica tibetano: momos de carne, carne de yak con zanahoria, patatas fritas especiadas, yak con pimiento y cebolla y un arroz dulce increíble. Comida sabrosísima. Además nos enteramos que daban. «Cooking classes» y quedamos para esa misma tarde.

Después de la comida fuimos a visitar el Sera Monastery, a las afueras de la ciudad. El monasterio no tenía nada especial, salvo sus debates de 2 horas cada tarde. Todos los miembros jóvenes de la comunidad debatían calurosamente, tanto en el tono del lenguaje como en los gestos, en uno de los patios del monasterio, bajo la atenta vigilancia de sus maestros. Según nos contaron su educación se basaba en enseñanzas magistrales por parte de los maestros. Luego en los debates con los compañeros, mediante preguntas y respuestas, trataban de aclarar sus dudas sobre las distintas asignaturas. Curiosisimo. 

De aquí fuimos a las clases de cocina. En un ambiente familiar y muy agradable, aprendimos a cocinar los típicos momos (al vapor) con carne especiada de yak y sopa de noodles con verduras. Exquisito. Y muy divertido e ilustrativo. Después del curso, con las fuerzas algo justas nos dirigimos al Potala de nuevo a hacer fotos de noche. Tras el intenso día, volvimos al hostel.