Nos despertamos a la hora habitual, es decir, a la salida del sol, sobre las 8 de la mañana. Corrimos las cortinas y las vistas eran puro espectáculo: las montañas nevadas, monte Cook incluido, el cielo increíblemente azul y alguna nube baja rematando el cuadro. El desayuno fue un doble placer ;-).


De ahí cogimos la carretera para dirigirnos al destino de ese día, Oamaru. Los primeros kilómetros discurrieron entre mas lagos y montañas para poco a poco ir suavizando se el paisaje. También se iban viendo nuestras inseparables amigas, las ovejas.



Al cabo de 3 horas llegábamos a la localidad de Oamaru, dirigiéndonos directamente al centro histórico. Aparcamos la campervan y fuimos a pasear. Esta ciudad cuenta con varios edificios históricos de gran belleza. Paseando llegamos al i-site. Allí nos comentaron que además del centro histórico, podíamos intentar ver pingüinos de ojos amarillos o pingüinos azules. Los primeros se veían de 3 a 5 en una playa cercana y no había que pagar.  Si no teníamos suerte, podíamos acudir a una colonia que existía al lado del puerto, en un centro de conservación. Tenían unas gradas montadas para ver como los pingüinos salían del mar para adentrarse y descansar en el hábitat creado para ellos por el centro de conservación. Esto nos costaba 17,5€. 

Dimos un paseo por el puerto y fuimos a coger la campervan para hacer la comida en el parking que había en lo alto del acantilado que daba a la playa de los pingüinos. Una vez comidos, sobre las 3 acudimos a los miradores que había para ver a los pingüinos desde lo alto y de esta manera no molestarlos. Estos pingüinos salen antes del amanecer a pescar en el mar. Pueden adentrarse hasta 40 kilómetros. Poco antes del atardecer vuelven a la playa, hasta el día siguiente. Son muy vergonzosos y si ven algo extraño, no salen del mar. Estuvimos esperando y esperando y a las 4:30 cuando ya estábamos cansados y con frío, una chica gritó y empezamos todos a mirar. Vimos un gran ejemplar de pingüino de ojos amarillos relativamente cerca andando por la playa. Anna salió corriendo al otro mirador a ver sí lo veía mejor para la foto pero ya no lo volvimos a ver. Fueron unos segundos escasos pero intensos. A partir de ahí fueron saliendo más ejemplares pero bastante lejos. Bueno, al menos los habíamos visto. 






Ya cansados del frío y la humedad y con la noche encima, aunque pletóricos decidimos no ir al otro sitio a ver los pingüinos azules. Son más pequeños, ya era noche cerrada y, aunque era casi seguro que veríamos, no dejaban tomar fotos. Así que decidimos ir a un pub típicamente irlandés que habíamos visto antes a tomarnos unas cervezas para celebrarlo. Después ya fuimos a buscar sitio para dejar la caravana esa noche. De nuevo nuestra aplicación de movil nos «salvó» la vida y al cabo de un rato estábamos en una magnífica explanada acampados.


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